El Príncipe es una obra rara en su intención, pero no es única.
Hasta el siglo XVIII, antes de la Edad Moderna, era normal encontrar "espejos de príncipes".
Un "espejo de príncipe" era un libro o un ensayo dedicado a un gobernante, en el que se le explicaba cómo gobernar, o cómo ser un mejor gobernante.
El texto se dirigía a alguien en especial. No eran textos pensados tanto para publicarse como para tener un sólo lector, o unos muy pocos.
Uno de los más antiguos es la Ciropedia, de Jenofonte. Jenofonte, guerrero e intelectual griego, contemporáneo de Platón y discípulo de Sócrates, escribe una biografía ficticia de Ciro, rey persa, para que los gobernantes atenienses tuvieran un modelo a seguir para gobernar.
En principio, El Príncipe es un texto así.
Maquiavelo sí podía poner su libro en la mesa de trabajo o en la habitación de un príncipe: se movía en esos círculos, y tenía amigos importantes en palacios y cortes.
Pero, ¿se iba a leer? ¿El gobernante, señor y tirano de una ciudad, le iba a hacer caso?
Este año 2022 escribí una novela donde quiero imaginarme eso. Donde quiero imaginarme cómo vivió Maquiavelo ese proceso, junto con muchas otras cosas que pasaron en esa época.
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